lunes, 29 de agosto de 2011

El jardín de una hechicera.


Mi hermosa hermana me sugirió que viera el jardín de Tasha Tudor.
Yo no la conocía y fue un gran descubrimiento. Descubrí muchas plantas que yo tengo en mi jardín y que son del los jardindes de las abuelas, aquí comparto unas fotos de mis Irisn hollandica que encontré en las imágenes del video. ¿Qué platas pueden encontrar ustedes?
Un saludo a todos desde el jardin de mi abuela!


jueves, 25 de agosto de 2011

Romanticismo en invierno




Ver las rosas flores de los durazneros siempre me lleva a recordar los cuentos de hadas y princesas de la niñez. Son tan delicadas y fe
meninas que así puedo entender por qué a las bebés se las identifica con ese color tan romántico.
Estas son fotos de los dos centinelas en el invierno que tengo en mi jardín. Ya a fines de julio abrían las primeras flores y fue muy bonito ver una lluvia de pé
talos cayendo en la última tormenta de viento.
En una semana pasaron de estar como en las dos primeras fotos a la última en la que ya aparecen las hojas y se están formando los frutos que las abejas ayudaron a formar.

lunes, 15 de agosto de 2011

Narcisos se asoman a la primavera

A fines de julio tímidamente comenzó a abrirse el primer narciso en el jardín. La alegría fue inmensa y por dos razones.
Porque es la confirmación del fin de un ciclo y el comienzo de otro lleno de color, en el año y por ser la recompensa de una larga espera.
Hace tres años, me regalaron unos cuantos bulbos encontrados en un terreno baldío, sabía que eran narcisos pero no sabía de qué tipo ni de qué color. Tres años dando hojas y nada más, preguntándome ¿cuándo, cuándo una flor? Esta fue la respuesta: bellos narcisos amarillos iluminando las pocas semanas de invierno que quedan.
Para Buenos Aires son los bulbos que más recomiendo. En mi jardín están naturalizados y distribuidos en distintos sectores, debajo de árboles, a pleno sol, en semi-sombra un tanto desprotegidos; en esos lugares el jardín tiene flores todos los finales de invierno.
En unos días más la historía continúa con más imágenes. La paciencia del jardinero rinde sus frutos!!!



lunes, 8 de agosto de 2011

Palmeras de Sudamérica



Palmeras



Las palmeras me remiten a lugares exóticos y no sé por qué me quedó esa imágen de la isla desierta y paradisiáca a la que pertenecen las Palmas. La realidad es que en Sudamérica tenemos la suerte de tener varias especies de palmeras resistentes a los frío de clima continetal. Aunque no conozco personalemte los palmares del litoral cuando pienso en palmeras de la Argentina recuerdo a las Yatay.


Y me río de mi misma con la relación que hago inmediatamente que es el barrio de Almagro y su calle con ese nombre conmemorando alguna batalla de hace mucho tiempo ocurrida cerca del palmar de Colón, el lugar de mayor concentración monoespecífica de esta palmera.

Busqué leyendas sobre el origen de estas palmeras porque naturalmente están distribuídas sobre las márgenes del río Uruguay en un espacio relativamente acotado. Y encontré el relato que los alumnos de la Escuela Nº 67 "Las Malvinas" del Palmar Argentina. También otra leyenda pero del otro márgen del río, del lado Uruguayo . La argentina se llama “La leyenda del palmar” y la uruguaya “Butia Yatay”.

" La Leyenda del Palmar"


Cuenta la leyenda, que había una vez, dos tribus que eran enemigas, una llamada Sauce y la otra Benteveo. En la primera vivía una indiecita llamada Mburucuyá y en la segunda, un indiecito llamado Cardenal.

Estos pueblos estaban en continuas luchas por el alimento que les daba la naturaleza a orillas del "Río de los Pájaros", como por ejemplo: animales, frutos del monte y peces del río.
A los dos indiecitos les gustaba pasear por el monte, hasta que un día se encontraron y desde ahí, comenzaron a encontrarse todos los días a escondidas de sus tribus, que seguro estarían en desacuerdo con su amor.

Siempre que estaban en peligro de ser descubiertos, aparecía un zorro o un carpincho que les avisaba con sus gritos, entonces, ellos se escondían.Un día, sentados bajo un viejo y sabio árbol, escucharon sus consejos: "Váyanse, váyanse muy lejos, donde nadie los encuentre y formen su propia tribu".
Los jóvenes siguieron su consejo. Volvieron cada uno a su tribu y cuando todos dormían,

aprovecharon a escaparse y con ellos llevaron una bolsa llena de frutos anaranjados y dulces, que llamaban "yatay" para comer en el camino.
Pero, el monte no pudo ocultarlos por mucho tiempo, y cuando los caciques de ambas tribus notaron su ausencia, empezaron a seguirlos y los encontraron.

Uno de los integrantes de la tribu Sauce, llamado Ceibo, lanzó contra ellos su lanza, que rompió la bolsa de "yatay". Estos frutos fueron cayendo, hasta no quedar ninguno. Los indiecitos siguieron corriendo, pero los guerreros se cansaron y regresaron a sus tribus.


Después de muchos, muchos años, volvieron muy ancianos y se encontraron con que las tribus Sauce y Benteveo, ya no eran enemigas sino que vivían felices y en armonía formando un sólo pueblo, que se alimentaba de lo que les ofrecía el monte, que era muy rico desde que se formó un bosque de "palmeras yatay" con los frutos caídos de la bolsa.

FIN




Butia Yatay”

Se cuenta que una vez hace mucho, muchísimo tiempo, antes de la llegada de los colonizadores a nuestras tierras, vivía junto a las costas de la laguna Negra una tribu guaraní, la cual se mantenía de la caza y de la pesca. En esta tribu habitaba un muchachito llamado Butiá Yatay.

Butiá Yatay acostumbraba a observar el cielo todas las tardes y el Gran Tupá, el sol, el dios todopoderoso de los guaraníes, el cual todos los días hacía su recorrido por el firmamento. Pero el indiecito esto no lo entendía, la tierra en que habitaba su tribu y las otras tribus, no podía ser un gran plato, Tupá no podía nacer diariamente para morir en cada ocaso.
No, esto seguro que era más complicado, el Tupá, el Gran Jefe, seguro que estaba en el centro de algo y la tierra y la luna y las estrellas se hallaban alrededor de él, precisamente como los jefes de las tribus más pequeñas y los demás súbditos ocupaban su lugar alrededor del gran jefe de la tribu.

Seguro que esa gran bola de fuego, el gran Dios Tupá, estaba sentado en su trono y era la tierra que giraba enrededor de él. Todo esto Butiá Yatay se lo contaba a sus padres, mas éstos no lo entendían y le repetían siempre al pequeño guaraní que dejara de pensar tales cosas, sino Tupá le iría a echar una maldición.
Pero Butiá Yatay no dejaba de creer en lo que afirmaba.Muchos amaneceres sorprendían al indiecito observando nacer el sol, cuando cierta vez Butiá Yatay vio acercarse algo desde el horizonte que era arrastrado por las aguas del mar. Cuando aquello hubo llegado a la costa, Butiá Yatay vio que aquella cosa era un árbol muy raro que nunca había visto, una palmera.
Butiá Yatay jamás había visto una palmera. Tenía unos frutos rojos como el sol, los cuales el indiecito enseguida probó y los halló de dulce sabor.Entonces Butiá Yatay concibió una idea, la palmera que nadie sabía de donde había venido, tendría que haber hecho el mismo recorrido que hacía el sol todos los días.
El pequeño guaraní tomó enseguida una decisión: muy rápido recoletó todos los frutos de la palmera y regresó para la tribu. Allí Butiá Yatay junto a los utensilios más imprescindibles, se despidió de sus padres y comenzó un largo viaje por tierra adentro siguiendo el sol. Pasó y pasó el tiempo y por la senda que había tomado el indiecito comenzaron a crecer palmeras, no vista nunca antes por los habitantes de la tribu. Tales palmeras habían germinado de las semillas de los frutos que iba dejando caer Butiá Yatay en su andar.
Mientras tanto los ancianos padres de Butiá Yatay, pasaban largas noches sentados frente al mar, esperando algún día volver a ver a su hijo. Muchas lunas y muchos soles pasaron los dos indios sentados así, cuando una tarde vieron que se acercaba algo desde el mar. Cuando llegó a las orillas, vieron que era una palmera y que entre sus ramas traía enredada la vincha del indiecito. Desde ese día los indios llaman a esas palmeras Butiá Yatay ".

Las palmeras no son un recuerdo de los jardines de mis abuelas pero estoy segura de que muchos tienen imágenes como nietos en algún patio con una gran palmera. El blog en el que encontré la leyenda uruguaya tenía también publicado este pequeño documental que me convenció completamente de que las palmeras son de las abuelas.

La página oficial del Parque Nacional del Palmar de Colón, está incompleta, por eso les paso el link de una página turística con buena información sobre las palmeras y el parque.

Saludos y que disfruten de las palmeras!