jueves, 21 de marzo de 2013

La esencia de un jardín. Un ciclo que continúa.

Creía en los jardines viejos y en los jardines jóvenes, pero cada vez estoy más convencida de que no es así.
Los jardines son una construcción humana fiel reflejo de lo que sucede en la naturaleza.
Los jardines están vivos y evolucionan.
Uh! ya sé, me estoy enredando en mis ideas, no importa a veces entre las lianas y malezas nos encontramos con sorpresas (y versos), por eso sigo.
Solía pensar en los jardines como individuos, por eso: crecían y  morían pero ...ya no sé si es una buena comparación.
Ahora pienso que un jardín refleja el espíritu de quien lo cuida, por eso el paso del tiempo se vuelve relativo.
Este verano decidí dejar mi jardín libre y salvaje. Dejé que los pastos pampeanos crecieran y experimentar un poco, ver qué sucedía.
Lo disfruté mucho y por un tiempo fue bello pero ya es tiempo de instaurar el orden clásico nuevamente.
Mi abuela me enseñó que las plantas de jardín son delicadas y por eso es que hay que cuidarlas tanto y brindarles nuestra dedicación y tiempo. Los pastos pampeanos son muy fuertes y compiten con las herbáceas. Así que para que se luzcan hay que tenerlos se pa ra di tos, no pueden intimar demasiado, uno se come al otro, pero qué espectáculo que brindan cuando están al límite.
Es bueno alborotar las cosas de vez en cuando, nos brinda otra visión.
Me dí cuenta que tengo muy claro lo que me gusta ver en mi jardín y tengo una buena medida de lo que cuesta.
Este otoño voy a empezar a construir un espacio distinto del que era pero la esencia de mi jardín ahora sé que es la mía y eso es lo que perdura.

Espero poder mostrarles en fotos lo que les conté en palabras.
Estas flores blancas son un ejemplo de la mezcla entre silvestre y cultivado. De mi experimento me llevo una latana y una dama de noche que aparecieron supongo de semillas que los pájaros trajeron. ¡Mariposas y mi nariz felices!

lunes, 11 de febrero de 2013

Aroma del sur en el este

Esta es una historia de paciencia.
Hace unos 5 años conseguí esta plantita de rosa mosqueta, era un pequeño gajo enraizado que me trajeron del sur, del Bolsón. Lo planté en Amancay, mi jardín de Buenos Aires, sabiendo que el clima húmedo del este no era del agrado de este rosal.
Así es como el primer año habrá crecido al doble sin dar flores, al segundo un tanto más, al tercero dió unas lindas flores rosadas, al cuarto esas flores dieron frutos, unos pocos. Lo que me sorprendió era el perfume que desprendía el follaje cuando lo sacudía al pasar cerca, pensé que en el clima húmedo los perfumes se iban a perder, en ese momento se despertó en mi el deseo de hacer dulce con esos frutos cuando fueran suficientes. Estaba segura de que la planta lo iba a lograr.
¡Y este año tuvimos la cosecha!
Si ya sé son a penas un par de manojos, de dedos llenos de espinas chiquititas, no muy dolorosas sino más bien molestas.
Busqué en internet una receta y de las varias que encontré todas hablaban de unos 2kg de frutos, sabía que la cantidad que saliera de mi recolección no iba a ser grande pero no me iba a detener con tal de satisfacer el gusto de disfrutar del "sabor y perfume enfrascado del Sur"
La receta decía:
"- En todo el proceso de elaboración es importante utilizar guantes de goma, ya que el fruto de la rosa mosqueta tiene en su interior gran cantidad de pequeñas espinas.
- Lavar bien la rosa mosqueta.
- Colocar en una olla con agua que la cubra y sobrepase media vez el volumen.
- Cocinar a fuego suave, revolviendo con cuchara de madera cada tanto, hasta que se forme una crema liviana.
- Retirar y dejar enfriar.
- Para colar la crema y separarle las espinitas de la pulpa se utiliza una media fina de nylon.
- Colocar la preparación obtenida, en porciones pequeñas, dentro de la media y luego apretarla con las manos para que vaya filtrando.
- Hay que tener mucho cuidado de no utilizar los mismos utensillos dentro y fuera de la media para evitar las espinas dentro del dulce.
- Medir el volumen de pulpa obtenido, y mezclarle la mitad de azúcar, por ejemplo si se obtuvieron dos tazas de mosqueta agregar una taza de azúcar.
- Poner a cocinar a fuego mínimo, en olla destapada, revolviendo muy seguido con cuchara de madera, hasta que tome el punto deseado.
- El punto se reconoce colocando una cucharadita de dulce sobre un plato seco, si la preparación al enfriarse no se desparrama y forma una capita mas consistente en la superficie es porque está a punto.
- Si se guarda en frascos esterilizados y se en un lugar oscuro y fresco puede conservarse entre 10 y 12 meses."
Fuente original
En mi versión:
No me parecía que los frutos se fueran a ablandar rápido asi que el primer atrevimiento que tomé fue cortar los frutos, primero con cuchillo, después me cansé y usé la licuadora de mano.
Estuvieron un rato largo en el fuego hasta que el agua se empezó a espesar. Al principio el olor era de planta recién podada a lo que pensé: "Me mandé una macana al cortar los frutos", pero al tiempo empezó a percibirse el aroma de  la Mosqueta. No tengo extractor de aire en la cocina por lo que quedó toda la casa perfumada.
Esperé a que se enfriara un poco para colar la reducción por la media (ahí está la foto poco elegante de cómo lo hice).
El resultado: una taza de café con leche casi llena de reducción de frutos de rosa Mosqueta.
Le agregué la mitad del volumen de azúcar y otra vez al fuego, muy suave.
Apagué el fuego en el medio porque llegó la hora del almuerzo, ya estaba bastante espesa. Cuando volví a la cocina lo dejé un poco más en el fuego, hacía unas busbujitas y tenía ese color tostado. Tenía esos frasquitos de anchoas (tengo algo de acumuladora, guardo cosas por si las dudas, no tanto como para que me lleven a un programa de TV) que me parecieron adecuados.

Resultado: Te de las 5 con pan casero y mermelada con aroma a Sur.

PD:
Los que la probaron dicen que quedó muy rica y creo que la disfrutaron aún más, luego de escuchar su historia.
Ahora estoy tutorando el rosal para que haga un arco entre es cerco de perimetral y el cantero donde está plantado, cuando de la vuelta les muestro como se ve.